Nos estamos borrando, Demofonte.
Me anhelaba tu piel,
pero esa fibra misteriosa de la entraña
me daba su rechazo.
Inexorables
hasta mí te trajeron las
dunas del mar en celo;
reparé tu barca a la deriva,
y aposentaste en mi casa y en mi sangre.
Después, vejada, escarnecida,
fui arrojada a esta sima donde se arremolina
el hollín del llanto
y la ola negra sube rebasando la angustia.
Pero nos estamos borrando, Demofonte.
Y no es el olvido hazaña
ni honra el gemido
ni delito la fe
del hospedaje.
Víctima y juez, en vilo me levanto;
atrás queda una cauda de
hiel y de silencio.
¡Cuántos siglos para
aprender mi lección!
Amanece, Demofonte,
un corro de niños canta bajo mi ventana
a los naranjos en flor.
Muy pronto, aquí, hoy mismo,
te he borrado, Demofonte.
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