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Deja que todo te suceda, belleza y terror - Raine Maria Rilke

E64 · Lecturas y fonemas
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196 Plays3 years ago

Poema de "El libro de las horas" (1095)

En este momento la hora se inclina y me toca

con su lúcido anillo metálico

mis sentidos vibran. Se forma el sentimiento:

Yo puedo- y palpo el día elástico. 

 

Nada estaba completo antes de ser visto por mí,

todo ir y venir ahora yace quieto.

Mis ojos están maduros y todo lo que desean

se acerca como una novia.

 

Nada es demasiado pequeño: contra un fondo de oro

lo pinto grande y amoroso

y lo sostengo en alto, nunca sabré

de quién es el alma que puede liberar.

 

*

 

Estoy en el extremo del siglo,

Uno puede sentir el viento de una gran página-

que Dios y tú y yo hemos llenado de escritura-

girando por lo alto en manos extrañas ahora.

 

Uno puede sentir el resplandor de esta hoja nueva,

en la que todo puede inscribirse aún.

 

Las fuerzas silentes ponen a prueba su rango

y se miran entre sí oscuramente.

*

 

Tu primera palabra fue Luz:

y el tiempo comenzó.

Tu segunda palabra fue el Hombre y el miedo se esparció

(todavía nos ensombrecemos ante su sonido)

antes de que tu rostro retomara su creación.

 

Y por ello temo tu tercera.

 

Seguido rezo en la noche: sé el mudo,

el que crece firme en gestos

y es movido por el espíritu en los sueños

a inscribir la onerosa suma del silencio

en lo alto de las montañas y en las frentes humanas.

 

Sé el refugio de la ira

que expulsó lo inefable.

La noche cayó en el Paraíso:

sé el pastor cuyo cuerno suena una sola vez-

pero sólo como cuentan nuestra antiguas historias.

 

*

 

Si hubiera crecido en otra tierra,

una con días más ligeros y horas más sutiles,

habría hecho para ti una fiesta singular

y mis manos no te habrían sostenido

con temor y  tensión,

como suelen hacerlo. 

 

Habría sido valiente y te habría consentido,

a ti Ahora ilimitado.

Te habría lanzado como una bola

hacia todo deleite ondulatorio,

para que alguien te pudiera atrapar y saltara

con las manos en alto para contener tu caída,

tú   cosa de todas las cosas.

 

Te habría hecho brillar y surcar por el aire

como un sable.

Habría hecho que tu fuego se renovara

en un gran anillo dorado. 

y habría hecho que se sostuviera

en la más blanca mano. 

 

Te habría pintado: no en la pared

sino en el cielo, de extremo a extremo,

y te habría esculpido, de la forma en que un gigante

te esculpiría: el pico de una montaña, un fuego radiante,

un simún irrumpiendo en la arena del desierto-

 

o

en verdad tal vez te encontré

una vez…

                      Mis amigos de la infancia están lejos;

apenas puedo seguir escuchando sus risas 

y tú: te has caído del nido

eres una joven ave y tienes garras amarillas

y ojos grandes y atraviesas mi corazón.

(Mis manos deben parecer gigantes.)

Y la punta de mi dedo eleva una gota del pozo

y escucho, escucho, algún sonido de tu sed

escucho tu corazón y el mío

palpitando de temor.

 

*

 

Vivo mi vida en círculos crecientes

que se esparcen por todo lo que me rodea.

Quizá no logré el verdadero final

pero eso será mi meta.

 

Circulo a Dios, rodeando la antigua torre,

llevo dando vueltas un eón,

y todavía no lo sé: ¿soy un águila, una tormenta

o una soberana canción?

 

*

 

Tengo muchos hermanos que usan sotanas ligeras

en el sur, donde hay laureles en los claustros.

Sé cuan humanas hacen sus madonas,

y sueño seguido con jóvenes tizianos

entre los cuales Dios se mueve 

como una flama pura.

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