Poema de "El libro de las horas" (1095)
En este momento la hora se inclina y me toca
con su lúcido anillo metálico
mis sentidos vibran. Se forma el sentimiento:
Yo puedo- y palpo el día elástico.
Nada estaba completo antes de ser visto por mí,
todo ir y venir ahora yace quieto.
Mis ojos están maduros y todo lo que desean
se acerca como una novia.
Nada es demasiado pequeño: contra un fondo de oro
lo pinto grande y amoroso
y lo sostengo en alto, nunca sabré
de quién es el alma que puede liberar.
*
Estoy en el extremo del siglo,
Uno puede sentir el viento de una gran página-
que Dios y tú y yo hemos llenado de escritura-
girando por lo alto en manos extrañas ahora.
Uno puede sentir el resplandor de esta hoja nueva,
en la que todo puede inscribirse aún.
Las fuerzas silentes ponen a prueba su rango
y se miran entre sí oscuramente.
*
Tu primera palabra fue Luz:
y el tiempo comenzó.
Tu segunda palabra fue el Hombre y el miedo se esparció
(todavía nos ensombrecemos ante su sonido)
antes de que tu rostro retomara su creación.
Y por ello temo tu tercera.
Seguido rezo en la noche: sé el mudo,
el que crece firme en gestos
y es movido por el espíritu en los sueños
a inscribir la onerosa suma del silencio
en lo alto de las montañas y en las frentes humanas.
Sé el refugio de la ira
que expulsó lo inefable.
La noche cayó en el Paraíso:
sé el pastor cuyo cuerno suena una sola vez-
pero sólo como cuentan nuestra antiguas historias.
*
Si hubiera crecido en otra tierra,
una con días más ligeros y horas más sutiles,
habría hecho para ti una fiesta singular
y mis manos no te habrían sostenido
con temor y tensión,
como suelen hacerlo.
Habría sido valiente y te habría consentido,
a ti Ahora ilimitado.
Te habría lanzado como una bola
hacia todo deleite ondulatorio,
para que alguien te pudiera atrapar y saltara
con las manos en alto para contener tu caída,
tú cosa de todas las cosas.
Te habría hecho brillar y surcar por el aire
como un sable.
Habría hecho que tu fuego se renovara
en un gran anillo dorado.
y habría hecho que se sostuviera
en la más blanca mano.
Te habría pintado: no en la pared
sino en el cielo, de extremo a extremo,
y te habría esculpido, de la forma en que un gigante
te esculpiría: el pico de una montaña, un fuego radiante,
un simún irrumpiendo en la arena del desierto-
o
en verdad tal vez te encontré
una vez…
Mis amigos de la infancia están lejos;
apenas puedo seguir escuchando sus risas
y tú: te has caído del nido
eres una joven ave y tienes garras amarillas
y ojos grandes y atraviesas mi corazón.
(Mis manos deben parecer gigantes.)
Y la punta de mi dedo eleva una gota del pozo
y escucho, escucho, algún sonido de tu sed
escucho tu corazón y el mío
palpitando de temor.
*
Vivo mi vida en círculos crecientes
que se esparcen por todo lo que me rodea.
Quizá no logré el verdadero final
pero eso será mi meta.
Circulo a Dios, rodeando la antigua torre,
llevo dando vueltas un eón,
y todavía no lo sé: ¿soy un águila, una tormenta
o una soberana canción?
*
Tengo muchos hermanos que usan sotanas ligeras
en el sur, donde hay laureles en los claustros.
Sé cuan humanas hacen sus madonas,
y sueño seguido con jóvenes tizianos
entre los cuales Dios se mueve
como una flama pura.